Es muy común ver a mujeres que asisten a la
consulta porque han adoptado un gato o tienen uno y se sienten recelosas por
los mitos que giran en torno a estos animales y que hacen eco a la popularidad
de los mininos.
Los mitos más populares y principales
causas de la mala fama de los felinos son: “el
gato transmite la toxoplasmosis”; “el
pelo del gato es mortal, lo tocas y te contagias de toxoplasma”; “ese animalito es peligroso, es de cuidado”.
La toxoplasmosis es una enfermedad
producida por un protozoario llamado Toxoplasma
gondii. Entre los
animales de importancia epidemiológica tenemos todos los de consumo habitual (cerdo,
ovino, etc.) y los no tradicionales (conejo). También las aves y los insectos
(moscas, cucarachas) pueden ser portadores del parásito y diseminarlo
ampliamente. Los felinos son los únicos animales donde el
parásito produce huevos, ya que cuando el gato ingiere tejidos
animales contaminados o huevos infectantes de toxoplasma del medio ambiente
estos llegan al intestino, se reproducen y forman huevos (ooquistes) no infectantes o inmaduros, luego los ooquistes eliminados se diseminan por
aire, agua o insectos.
El mayor riesgo está en gatos con malos hábitos alimenticios y de
vagabundeo, teniendo más posibilidades de contaminarse de toxoplasma. Sin
embargo, en gatos contaminados dichos protozoarios se vuelven infectantes al
quinto día de ser excretados. Aunque si se mantiene la caja de arena del gato
limpia y se lava bien las manos luego del manejo no hay riesgo de
infección.